
Hace unos días tuve la oportunidad de charlar con Johann Reimer, un veterano militar canadiense de 35 años y con más de 20 años en la industria de las telecomunicaciones por fibra óptica. Actualmente es el director de marketing y ventas de Canadian Fiber Optics, una empresa que financia, diseña, construye y opera redes de fibra en las zonas rurales de Canadá. Johann es un gran promotor y entusiasta de llevar fibra a todos los hogares de Canadá.
En sus publicaciones en redes sociales, cuenta historias de las personas que viven en el campo con Internet terriblemente lento, o sin Internet. Entre las historias que ha escuchado en zonas rurales, está la de un agricultor que debe desconectar sus cámaras de seguridad de la red durante el día; de lo contrario, no podría navegar por Internet para trabajar en su negocio. En América Latina todavía hay ciudades medianas y pequeñas sin conectividad de fibra, por lo que las zonas rurales son afortunadas si tienen una señal inalámbrica, aunque sea muy débil.
“A principios del siglo XX (1900-1920), cuando se estaba construyendo la red eléctrica de Canadá, había algunas ciudades que no querían electricidad y no permitían a las empresas construir la infraestructura requerida en sus ciudades. ¡Esos pueblos ya no existen! Dichas comunidades ahora son recordadas por una gran roca con una placa que indica qué pueblo solía estar ahí; ahora es solo un campo de cultivo” dijo Johann. Aunque dudo que alguna población se niegue a tener una red de fibra óptica instalada en estos días, algunos gobiernos municipales, estatales o federales, principalmente debido a la falta de conocimiento sobre el tema, ponen muchos obstáculos para quienes quieren construir la “nueva” red eléctrica, o carecen de leyes y normas adecuadas para su despliegue; de cualquier manera, se asemejan a esas ciudades que no querían tener electricidad a principios del siglo XX.

Covid-19 aceleró la transformación digital, que ya estaba en marcha, al menos una década (quizás dos en algunos países). Las grandes ciudades como Nueva York y San Francisco están experimentando un éxodo de residentes y empresas, especialmente del sector tecnológico (pero en general cualquiera que pueda trabajar desde casa), hacia ciudades, pueblos o zonas rurales más baratos y de clima más calido; pero el factor más importante al elegir donde mudarse, es tener acceso a Internet de banda ancha de buena calidad –que solo la fibra óptica puede proporcionar. A nivel personal, me gustaría mudarme a un pequeño rancho en el campo de México, pero ahora mismo es difícil encontrar fibra incluso en ciudades medianas. América Latina y el Mundo necesita más emprendedores y empresas como Canadian Fiber Optic, que comprenden la importancia de invertir y conectar a cada comunidad. Nadie en un pueblo remoto hoy se atrevería a cuestionar si es necesario llevar electricidad a su comunidad; ¿Por qué cuestionarían si la conectividad de fibra es importante? ¿O aún necesaria?
Ambos coincidimos en que la clave para incentivar mejores políticas son las nuevas generaciones: los youtuberos, gamers y estudiantes, que entienden que la banda ancha simétrica, confiable y de baja latencia es la nueva electricidad; y que los nuevos UBER, Google y Facebook vendrán de aquellos países, estados, ciudades, o pueblos, en los que todos tengan acceso a la denominada Banda Ancha de al menos 1Gbps de velocidad simétrica. Las nuevas generaciones son la que se verán más afectadas si no logramos llevar la conectividad a todos los rincones del planeta; por lo que ellos mismos deben involucrarse en impulsar mejores leyes y normas en sus comunidades, facilitando a los operadores el despliegue de más fibra óptica.